La cuarta temporada de la serie que narra los periplos de un grupo de pasajeros de un avión abandonado en una isla desierta (¿?) había terminado por perder a los adeptos que veían con escepticismo el hundimiento de la tercera temporada.
La primera resultó ser el éxito innegable que todos conocemos, la segunda trataba de no guatear al tiempo que insertaba a la fuerza personajes desechables, tomaba riesgos narrativos que resultaban en fracasos y no lograba superar las especulaciones de los fans. ¿Y la tercera?, bueno, la tercera mantuvo a la mitad de los seguidores anteriores. Seguidores el triple de exigentes; una audiencia que estaba dándole a los creadores una segunda oportunidad para hacer mejor las cosas en una serie que no estaba respondiendo. Pero seguir la misma dinámica les pasó la cuenta: ya para la temporada cuatro, sólo los fanáticos (los muy, muy fanáticos) seguimos sintonizando Lost.
En septiembre del año pasado, Abrams estrenó una sorpresa en las pantallas norteamericanas. Una sorpresa apadrinada por la cadena Fox y que apostaba a regresar al pedestal que le corresponde a la firma Abrams. Se trataba de Fringe, una serie que venía a inclinarse por completo por la ciencia ficción, las conspiraciones, la paranoia y conspiranoias. Abrams agregó, con sus propias manos, todos los elementos que parecían requerir su fórmula secreta. Una fórmula que, si bien, no marcó un hito al nivel de Lost, cumplió. Se la jugó por los televidentes y le resultó.
Fringe es una serie que narra las labores de Olivia Dunham, un agente del FBI reasignado a una subdivisión de la institución que (al más puro estilo X-Files) se dedica a estudiar aquellos casos que rozan con lo paranormal. Una oficina que va detrás de todos aquellos delitos que han jugado con herramientas inasibles para las ciencias tradicionales, es decir, con todo aquello que sólo cabe en la categoría de “Fringe science” (o pseudociencias, ciencia alternativa, etc).
Conforme los capítulos van transcurriendo, Fringe va demostrando que no era, como todos creyeron, el gemelo perdido de X-Files. Abrams va dejando su huella de escepticismo que queda reflejada al final de capa episodio y los espectadores podemos disfrutar contemplando cómo los guionistas desenredan con explicaciones “científicas” asuntos que parecían netamente “pseudocientíficos” y que hacían a cualquier televidente terminar adhiriendo a la consigna xfílica: “I want to believe”. “¡Claro! Porque si no querías creer entonces ¡mejor cambia el canal!” deben haber pensado los creadores de Expedientes Secretos X en su momento.
Fringe propone otra cosa: espera a que el capítulo finalice y observa la maestría con que cerramos este caso. No esperes que el novio de Dunham sea un fantasma. No: si llegas a ver apariciones, es porque alguien metió mano a tu subconsciente y te está haciendo ver lo que no es. Si alguien atraviesa paredes tampoco esperes que sea un espíritu o una energía del pasado habitando tu hogar: se trata de ni más ni menos que sujetos haciendo vibrar las paredes a un grado tan imperceptible, pero tan poderoso que las moléculas de esa pared se distancian una de otras por un par de minutos permitiendo a cualquier mortal atravesarla.
Pero si ya estás pensando que una serie de Abrams sin misterios Abrámicos, entonces no es una serie que valga la pena, déjame decirte que estás muy equivocado, porque los creadores de Fringe nos están ofreciendo misterios mucho más espeluznantes que los E.T y los Gasparines que nos presentaba X-Files. Fringe nos pone cara a cara con lo más tenebroso del planeta: los seres humanos. Y no cualquier ser humano: personas capaces de utilizar la ciencia a niveles que ni podríamos concebir (sólo Abrams es capaz de concebir cosas de este tipo) y que tienen la sangre tan fría como para emplear a los seres humanos como ratas de laboratorio y a la humanidad como un gran laboratorio.
Hoy, Latinoamérica y, por supuesto, nuestro país incluido, terminó de transmitir la primera temporada de esta serie por el canal Warner Channel. Con “hoy”, me refiero a varias semanas atrás, pero las imágenes que deja en la retina son bien potentes, de modo que el sabor a Fringe aun no abandona a quienes la sintonizaron.
Ya para el segundo semestre, gringolandia lanzará su segunda temporada y, lo digo en serio, aprovechen de verla. La serie no será el icono que ha resultado ser Lost para esta década, pero sin duda, dará mucho que hablar. Como todo lo que hace Abrams, por supuesto.